El artista barroco Rembrandt crea una obra de gran poder sugerente con esta pintura al óleo. La imagen se divide en dos partes: dos tercios de la mitad izquierda están dominados por tonos oscuros y ricos. Aquí, el cielo dramáticamente desgarrado con pesadas nubes en contraste con la tranquilidad de la naturaleza, que forma un contrapeso con tonos de tierra cálidos y oscuros.
Por otro lado, si uno mira el tercio derecho de arriba a abajo, la luz cae inmediatamente en el ojo. El cielo azul con nubes blancas se refleja en un paisaje de río que fluye con calma. Esta reflexión es conmovedora, brillante y amigable. Le da al paisaje una vivacidad, que se reanuda por el molino. De hecho, el molino es el majestuoso centro de atención y el punto focal de esta pintura al óleo. Como en un trono, está centrado en la meseta rocosa. Sus alas, que enfrentan al observador de lado, se elevan hacia el cielo en una encantadora diagonal. Al mismo tiempo, gracias al sol, se bañan en una suave luz rosada y se corresponden con los delicados tonos que se pueden ver en el cielo.
La forma en que el artista coloca su tema dice algo sobre el valor que Rembrandt atribuye a la fábrica. Como máquinas que funcionan con energía eólica, los molinos representan máquinas que las personas han usado durante 4,000 años en varias regiones del mundo.
Obra